Cambio climático y apnea del sueño: una relación que preocupa a la comunidad científica
El cambio climático no solo transforma nuestros ecosistemas, también está empezando a alterar de forma tangible la salud respiratoria de millones de personas. Uno de los efectos más preocupantes, aunque menos conocidos, es su impacto sobre los trastornos del sueño, en particular la apnea obstructiva del sueño (AOS).
Una nueva línea de evidencia científica apunta a que el aumento sostenido de las temperaturas nocturnas podría estar elevando de forma significativa la prevalencia de esta enfermedad respiratoria crónica, con importantes consecuencias para la salud pública.
Un estudio global que conecta clima y sueño
Un equipo de investigadores de la Universidad de Flinders (Australia) ha liderado el estudio más amplio hasta la fecha sobre la relación entre el cambio climático y la apnea del sueño. Sus conclusiones, presentadas en la American Thoracic Society y publicadas posteriormente en Nature Communications, han despertado el interés de la comunidad científica internacional.
El estudio analizó más de 500 noches de sueño por usuario en una muestra de entre 116.000 y 125.000 personas de 29 a 41 países. Los datos se recopilaron entre enero de 2020 y septiembre de 2023 mediante sensores colocados bajo el colchón, capaces de detectar interrupciones respiratorias y calidad del sueño.
Resultados que invitan a actuar
En noches con temperaturas especialmente elevadas, la probabilidad de sufrir al menos un episodio de apnea obstructiva del sueño aumenta hasta un 45%.
Este impacto no es anecdótico: según las estimaciones del equipo investigador, en 2023 esta relación pudo haber provocado la pérdida de entre 785.000 y 800.000 años de vida saludable y un coste económico superior a los 32.000 millones de dólares en productividad laboral.
Si la temperatura global media sigue aumentando —como ya está ocurriendo—, los casos de apnea podrían duplicarse o incluso triplicarse antes de final de siglo.
¿Por qué el calor afecta al sueño y la respiración?
Las temperaturas elevadas por la noche dificultan alcanzar fases de sueño profundo y generan inestabilidad respiratoria.
Esta combinación puede desencadenar eventos de apnea en personas que ya presentan factores de riesgo, pero también agravar los casos diagnosticados, al aumentar la fragmentación del sueño.
Otro factor importante es la menor adherencia al tratamiento con CPAP en entornos calurosos. Dormir con un dispositivo de presión positiva continua puede resultar incómodo en verano o en zonas sin climatización, lo que reduce la eficacia del tratamiento y eleva el riesgo de complicaciones.
Una cuestión también de desigualdad
El impacto del calor sobre la salud del sueño es especialmente acusado en países y regiones con menor acceso a sistemas de climatización o infraestructuras adaptadas.
Esto incluye a muchos hogares europeos, donde las olas de calor nocturno se están intensificando y donde el uso de aire acondicionado no está tan extendido como en otras regiones.
El estudio detectó un incremento significativo de apneas en 29 de los 41 países analizados, lo que sugiere que este fenómeno no es puntual, sino global.
Más allá del sueño: riesgos en cascada
La apnea del sueño no tratada se asocia con un mayor riesgo de hipertensión arterial, enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, deterioro cognitivo e incluso accidentes de tráfico.
Si el cambio climático contribuye a agravar o multiplicar los casos, es previsible un aumento de la carga de enfermedad y del gasto sanitario asociado.
Medidas de adaptación y prevención
Ante este escenario, los expertos proponen una combinación de estrategias:
- Mejorar el aislamiento térmico de las viviendas y garantizar el acceso a sistemas de climatización en poblaciones vulnerables.
- Fomentar campañas de concienciación sobre la relación entre calor, sueño y salud respiratoria.
- Reforzar el seguimiento clínico de pacientes con apnea, especialmente en meses cálidos.
- Desarrollar tecnologías médicas adaptadas a condiciones térmicas variables (como dispositivos CPAP más confortables en verano).
La evidencia es clara: el cambio climático ya está afectando a nuestro descanso, y con ello, a nuestra salud respiratoria. En un contexto donde las olas de calor son cada vez más frecuentes, reconocer este impacto y actuar desde la prevención es más urgente que nunca.
En Linde Médica seguiremos contribuyendo al conocimiento y a la búsqueda de soluciones que mejoren la calidad de vida de los pacientes con trastornos respiratorios. Porque respirar bien —y dormir bien— debería seguir siendo posible, incluso en un mundo más cálido.

